CAPITULO 28
No había nada en el refrigerador de su departamento ¿Qué mierda creía
Bill que comerían? ¿Aire? Ahora veía porque estaba tan flaco.
Andreas cerro el refrigerador que estaba en la cocina del departamento
que compartía con Bill, si él no hacía las compras Bill tampoco las haría, por
lo que podía jurar que si él no se hubiera venido con el pelinegro a E.U., Bill
ya habría muerto de desnutrición y ni cuenta se hubiera dado, siempre andaba
tan metido en sus asuntos.
Fue a la habitación de Bill y vio que no estaba, seguro y se había
quedado en casa de Jared.
Cogió un abrigo, uno que su antiguo novio le había regalado y salió a
la calle, iría al supermercado.
Camino unas cuantas calles, era una suerte que el supermercado no
estuviera lejos del departamento. El día era frió y nublado, una ráfaga de
viento soplo haciendo a este titiritar, acomodo su abrigo a manera de cubrir
más su cuerpo.
Miro el abrigo y lo recordó de nuevo, siempre lo hacía, pero ahora
sentía que lo extrañaba aún más.
Zack, su dulce Zack. Hace dos años que su relación había acabado, pero
a pesar del tiempo le seguía teniendo un gran afecto que no podría ser borrado
por nada ni por nadie. Era una suerte que hubieran acabado en buenos términos,
siendo amigos.
Aunque ya tenían tiempo que no hablaban, su madre le había dicho en una
de sus tantas llamadas por teléfono, que lo había visto con una chica, y tiempo
después se entero de que la chica estaba embarazada; alguna vez la tristeza lo
invadió, pero solo le podía desear lo mejor.
Nunca le olvidaría, pero sí le superaría.
Entró al supermercado y se dirigió a la sección de frutas y verduras,
Bill era vegetariano, y en su defecto, el también se había vuelto uno. Tomó
muchas de las frutas y verduras que se encontraban ahí, iba sumergido en sus
pensamientos, pensando en todo y en nada a la vez.
—Sí, ya te dije que ya voy para allá, me sacarás canas verdes y
eso que solo llevas un día aquí. —habló un chico pasando rápidamente y
empujándolo con su cuerpo.
—Fíjate por donde caminas tarado. —se quejo Andreas sin pensarlo,
ese no era un buen día y ahora venía este tipo a joderlo aún más. Él chico que
había seguido caminando, cuando oyó que Andy le insulto volteó a verle.
— Luego te llamo, creo que ya encontré ganador— dijo bajito a la
otra persona con la que hablaba por teléfono y colgó. — ¿Disculpa? ¿me llamaste
tarado a mí? —se acerco el chico a Andreas, mirándolo como quién no cree la
cosa.
—Sí, dije que te fijes por dónde vas, casi me tiras y mira que si
lo hacías te hubiera molido a patadas. —bufó Andy.
El chico de cabello rizado color chocolate le miró con una sonrisa
en su rostro.
— ¿Siempre eres así de agresivo o hoy estás de joda?
— ¿Qué? ¿y a ti que te importa? — Andy frunció el seño mirándolo
extrañado. El chico iba a hablar, pero el rubio lo interrumpió —ya, no perderé
más tiempo contigo, solo fíjate por dónde vas antes de que lastimes a alguien. —y
comenzó a caminar hacia las cajas del supermercado.
—Soy George, mucho gusto. —dijo mientras se ponía delante de él, tendiéndole
su mano para que la estrechara, impidiéndole caminar. Andreas miro su mano y
luego lo miro a él serio ¿este tipo que se traía? ¿acaso era que estaba loco y
le gustaba entablar conversación con personas desconocidas?
—Sí, me vale. —lo evadió y comenzó a caminar de nuevo, esta vez
más rápidamente. George corrió y lo alcanzo.
—Oh, con que te haces el interesante, eso me gusta. —le dijo
mientras caminaba a un lado de él, Andy lo miro de reojo y vio que el chico le
sonreía coqueto.
—No me hago, soy difícil. Sé como son los chicos como tú, además
apenas y te conozco.
—Una diva… justo lo que necesito. —Andy lo miro fingiendo
indignación, la verdad es que el tipo se le hacía gracioso.
—Lo que necesitas es un cerebro, y con urgencia. —George abrió
mucho los ojos y luego rió ante el comentario del rubio.
—Muy astuto… —dijo pensativo— ¿te casarías conmigo? —Andy volteó a
verlo espantado, luego rió, no quería hacerlo, pero ese tipo era un completo
tarado.
—Eres idiota— se sonrojo y bajo la cabeza negando repetidas veces.
—Puedo ser tu idiota si gustas. —Andreas se detuvo en seco y miro
al chico de arriba abajo, este solo le miraba seductoramente, esperando a que
se rindiera ante él.
—Andreas, me llamo Andreas. —dijo por fin, el chico se le hacía
guapo, y tener amor por una noche estaría bien.
—Bien, hola Andreas, creo que hoy es tu día de suerte, ¿te
gustaría dar un paseo con este lindo y amigable chico? —le sonrió de medio
lado, Andy sonrió.
— ¿Cómo sé que no eres un secuestrador? —cuestiono Andy
juguetonamente.
—Por lo regular los secuestradores son feos, yo no lo soy para
nada como lo puedes ver. —Tom vino a su mente, este chico tenía su misma
actitud y esa sonrisa coqueta que podía volver locas a muchas. Ahora sabía
porque Bill no se había podido resistir a él.
El tal George le había alegrado el día con sus bobadas, además no
le hacía ningún daño a nadie si daba una vuelta por ahí con él, estaba seguro
que solo sería rollo de una noche y ya, así que sin pensarlo más acepto y se
dirigieron al auto de ese extraño pero divertido chico.
-*-*-*-*
« ¿Acaso
este es el precio que tengo que pagar por todas las mentiras que he dicho?» pensaba el
pelinegro, recostado a un lado de su novio, ya había amanecido y él seguía ahí.
Se encontraban en la cama, después de haber hecho el amor minutos atrás.
Ninguno de los dos hablaba, solo miraban el techo, ambos sumergidos en sus
problemas.
Bill ya no era más virgen, desde hace 3 años atrás, una noche en la que
se entrego a Jared en cuerpo, más no en alma, de esa forma nunca lo había
hecho.
Para Bill no había sido más que una manera de salir de la realidad por
algunos minutos, pero ni aún así Tom lo había dejado en paz. Giró la cabeza y
vio a Jared de perfil, era hermoso, no lo podía negar, le quería, eso también
era cierto, pero no al grado en que quería a Thomas.
Jared sintió su mirada y volteó a verlo, se subió sobre él tomando sus
muñecas entre sus manos, encontrándose uno frente al otro.
—Te amo ¿lo sabes? —Bill asintió — ¿Me amas? —cuestiono el
ojiazul.
—Sí, lo hago. —y aquí iba otra mentira “piadosa”, o al menos Bill
creía que lo eran, pensaba que si le decía solo que le quería le haría más daño
que si le decía que lo amaba, y en parte era cierto, pero siempre es preferible
una verdad que duela, a una mentira que destrocé el alma.
El pelinegro no pensaba lo mismo, y pensaba seguir con la farsa. A Jared
le encantaba que Bill le dijera que le amaba, aunque supiera que eso no era
completamente cierto, siempre estaría Tom presente en su mente, siempre ese
maldito fantasma que los acompañaría a donde quiera que fuesen. Lo que el
ojiazul no sabía y lo que ahora mortificaba al pelinegro era que Tom había
regresado.
Jared comenzó a darle besos de mariposa por toda la cara, pero
Bill ya no quería estar ahí, las imágenes de Tom no salían de su cabeza, y si
seguía así terminaría diciéndole a Jared que Tom estaba en la misma ciudad que
ellos y que serían compañeros de trabajo.
—Tengo hambre —dijo, pero al parecer su novio no lo había
escuchado ya que le seguía besando efusivamente —basta, Jared… —dijo
empujándole un poco con su delicada mano. Jared se separo y le miró.
— ¿Quieres que pare? —pregunto Jared serio, con esa ya iban muchas
veces en las que Bill le rechazaba; pero no le diría nada, ya que minutos antes
lo habían hecho, solo que él quería más, más de su Bill, ya que podían pasar
meses para que esa situación se volviera a repetir.
—Sí, tengo hambre. —entonces su novio se levanto de encima de él y
se dirigió al baño. Bill se quedó sentado en la cama, sabía que Jared se había
enojado como muchas otras veces atrás, y de igual manera no le reprocharía
nada.
Después de varios minutos Jared salió de la ducha, traía solamente
una toalla amarrada a la cintura y las gotas de agua descendían por su pecho
desnudo. Bill ya se encontraba vestido y se quedo mirándole.
—Pensé que ya te habrías ido. —comento Jared mirando a Bill
directamente a los ojos.
—No quiero que estemos enojados. —dijo Bill sin más, evadiendo el
comentario anterior.
—No estoy enojado, no podría enojarme más de cinco minutos
contigo. —hablo el ojiazul encaminándose hacia a Bill y abrazándolo, el
pelinegro sonrió dentro del abrazo, le gustaba que le mimara.
Por su parte Jared estaba tan confundido, quería a Bill, lo hacía
demasiado, tanto que dolía y le hacía pensar en que era amor, pero también
estaba Robert, ese chico dulce y risueño con el que se la pasaba tan bien
cuando estaba con él, más que con Bill.
Robert le inspiraba confianza, tranquilidad, le daba cariño y amor, algo que el pelinegro
le daba cada que quería.
Bill le hacía mal, Robert le hacía bien. A veces tienes que
aprender a amar lo que te hace bien.
Le estaba haciendo lo mismo que Tom, y se odiaba por ello, pero no
quería terminar con Bill, le gustaba la forma en que le dolía su indiferencia,
siempre tan masoquista…
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