lunes, 29 de abril de 2013

All that i want is you...

¡Hola! Bien, gracias a petición de muchas aquí esta el nuevo capitulo el cual espero y les guste. Gracias por seguir mi fic y por los lindos comentarios que me dejaron en el capitulo anterior, no saben como aprecio que lo hagan, ya que me hacen saber si la historia es lo que esperaban o no. No las entretengo más...

ENJOY!

CAPITULO 38: Vuelos y promesas.


El ojiazul se encontraba fuera del edificio donde estaba el departamento de Robert, sentía el corazón latirle más rápido de lo normal, y es que no podía esperar para verlo y tratar de que lo perdonara, de aceptar que él había sido el más grande estúpido y que el chico volviera a estar con él, porque lo necesitaba más de lo que alguna vez podría haber llegado a pensar.

Ahora que se daba cuenta de esa necesidad, no lo tenía con él.

Bajó rápidamente de su auto y corrió hasta la entrada del edificio, presentía algo, aunque no sabía si era bueno o malo, solo sentía una molesta ansiedad que lo incomodaba.

Entró y vio a Charles justo detrás de las puertas del edificio, como siempre. Charles era el portero anciano del edificio, por lo tanto Jared lo conocía a la perfección ya que con frecuencia iba a ver a Robert, suponía que el anciano de igual manera lo conocía a él. Pensó en saludarlo al menos, pero no era tiempo para ser educado, solo quería ver al castaño. Se apresuró todavía más, pero justo cuando iba a llegar al elevador, la voz de Charles lo detuvo.

—Disculpe, ¿usted viene a ver al joven Verne, no es así? —Jared no entendía el por qué de la pregunta, solo asintió ya que ese era el apellido de Robert—permítame ahorrarle la molestia de subir—dijo cortésmente— el joven salió del edificio hace poco más de media hora, y por lo que pude ver, no regresará esta noche, ya que llevaba maletas consigo.

—¿Qué? —la cara del ojiazul expresaba una profunda desilusión, quizá por eso Charles se había arrepentido de haberle dicho al ver su cara—. No, él no se pudo haber ido… no…— se decía más para sí mismo que para el anciano que se encontraba frente a él.

—Lo siento, hijo— fue todo lo que Charles pudo decir.

—¿Y sabe a dónde fue?¿no le dijo nada?¿algún recado? —preguntó tan rápido que muy a duras penas el anciano le había entendido. Su ética no le permitía decir lo que sabía, pero era tanta la desesperación que podía ver en los ojos del chico que se decidió por hacer lo que creía correcto en esos momentos.

—No dijo nada, lo único que sé es que el taxi que vino por él lo llevaría al aeropuerto, eso es todo—. Jared se llevó las manos a la cabeza y jaló un poco de sus cabellos, estaba desesperado, destrozado, esa situación lo rebasaba. 

¿Y qué si Robert no volvía? ¿Qué pasaría con él? ¿Qué pasaría con lo que fuera que tuvieran? ¿Qué pasaría con ellos y esa historia que nunca comenzó del todo?

—Lo mejor es que vayas a casa, muchacho—. Fue lo último que dijo el anciano antes de regresar al lugar que ocupaba.

Jared no se movía de su lugar, sus pensamientos no eran otros más que el haberlo perdido. Se culpaba por no haber ido tras él cuando Bill le había dicho. Se culpaba por todo.

Y entonces, no pudo evitar sentir como el pecho se le comprimía, era como la milésima vez que sentía eso en menos de veinticuatro horas, y de sus bellos ojos azulados brotaron lágrimas de arrepentimiento, de pérdida, de amor. 

Después de unos segundos más por fin reaccionó, y la realidad se hizo más dolorosa. Trató de secarse las lágrimas con el dorso de su mano y caminó hasta la puerta. Salió por ella ignorando al anciano que lo observaba tristemente.

Llegó hasta donde estaba su auto y por inercia subió a él, ¿ahora qué haría? ¿sería muy tarde para ir hasta el aeropuerto a buscarlo? Y sin pensarlo dos veces, arrancó el auto con la mínima esperanza de encontrarlo antes de que abordara el avión.  

_*_*_*_

No podía sentirse más patético mientras lloraba en los baños del aeropuerto. Si Jared lo viera, seguro y se reiría de él por haber albergado esas estúpidas esperanzas de que alguna vez lo llegara a amar. Casi podía jurar que mientras él estaba ahí llorando en silencio, el ojiazul estaba en ese preciso momento detrás de Bill, rogándole porque lo perdonara y asegurándole que su relación con él había sido un error.

Sus amigos habían estado toda la mañana tratando de animarlo, aunque no supieran ni la causa de su tristeza, y tampoco era como si pensara en decírselos, por eso se encontraba escondido en el baño, donde nadie notaría sus penas ni lo cuestionaría. No quería platicarles acerca de que él había sido “el otro”, ni de sus falsas esperanzas, ni de cómo Jared había dicho que él no significaba nada solo para que Bill lo perdonara.

Un error, un jodido y doloroso error, que dolía aún más porque a pesar de todo, él no lograba sentirlo de esa forma por más que tuviera el corazón hecho pedazos.

Los minutos pasaban y a cada uno de ellos se acercaba la salida de su vuelo, y lo sabía, entonces salió del cubículo en el que se encontraba encerrado. Caminó hacia el espejo y contempló su aspecto, el cual lucía un poco demacrado y sus ojos estaban algo rojos así que se lavó la cara y la secó con una toalla de papel. Volvió a mirarse en el espejo que había frente a él y trató de sonreír, sus amigos no tenían que saber que había llorado, tenía que ser fuerte.

Salió del baño y se encontró con que sus amigos ya se estaban parando de sus lugares y tomando su equipaje de mano, ya que estaban anunciando que el vuelo saldría en cinco minutos, así que hizo lo mismo y se formó detrás de sus amigos.

—Verás cómo nos divertiremos esquiando, ¡no puedo esperar por llegar!—dijo alegremente Kevin, uno de sus tres amigos con los que iba, al cual le encantaban los deportes extremos.

—Sí, hasta lo deprimido se te va a quitar—le dijo Susan dulcemente, ella había sido la primera en notar su estado de ánimo como buena amiga, así que le respondió con la más sincera de las sonrisas, triste, pero sincera.

—Avancen chicos—habló Alex, y vieron que la fila estaba avanzando de a poco.
Susan, Alex y Kevin empezaron a planear lo primero que harían al llegar,  el solo los oía en silencio, haciendo como que prestaba atención a cada palabra que decían, lo cual no era así, su mente vagaba muy lejos de ahí, lamentándose por las ganas que lo inundaban de besar a Jared, aunque fuera un último beso que para el ojiazul no significaría nada, pero que para él lo sería todo.

Se encontraban a seis personas antes de salir por las puertas que los llevarían al avión, cuando de repente escuchó como alguien gritaba su nombre desesperadamente. Se giró y observó como unos policías trataban de frenar a alguna persona que luchaba por pasar por las puertas de metal, los cuales eran los vestíbulos de chequeo, y casi se desmayó cuando vio que el individuo al que intentaban detener, era nada más y nada menos que la última persona a la que hubiera esperado ver ahí.

Sus ojos se encontraron, y lo que vio en esos ojos azules no supo como describirlo, ya que nunca antes alguien lo había mirado de esa forma y se estremeció.

_*_*_*_


¿Por qué coño tenían que ser tan grandes los malditos aeropuertos? ¿es que acaso todo estaba en su contra?

Corría y corría de un lado a otro, buscando esa sedosa cabellera castaña que tan bien conocía, mientras trataba de apartar las lágrimas que querían liberarse de sus ojos y le nublaban la vista. Pasaron alrededor de diez minutos en los cuales no lo encontraba por ninguna parte y la desesperación comenzaba a hacerse más grande en su pecho al pensar que quizá su avión ya había despegado, llevándose a la persona a la que tanto se había negado a amar, pero que al final lo había hecho, lejos de él por quién sabe cuánto tiempo.

No sabía si él volvería, ni si se iría tan solo un tiempo, pero fuera lo que fuera necesitaba verlo porque necesitaba decirle todo lo que sentía por él, decirle todo lo que su corazón se negaba a callar.

Entonces lo vio, a través de las grandes ventanas de cristal, tan perfecto  como siempre, pero a punto de abandonar la sala para abordar el avión. Corrió aún más rápido, empujando a una que otra persona en su ardua carrera por llegar a las puertas del área de chequeo, para ir con él hasta donde se encontraba y suplicarle que lo perdonara, que no terminara con esa extraña relación que habían comenzado.

Evadió a las personas que estaba formadas para pasar por las puertas y se dispuso entrar por ellas, pero uno de los guardias lo detuvo.

—Joven, tiene que ir al final de la fila —demandó el policía, el cual lo miraba desconfiadamente.

—Tengo que hablar con aquel chico, ¡no hay tiempo! ¡se va! —habló desesperado, ya que el policía se había puesto justo delante de la puerta cerrándole el paso.

—De aquí no te mueves hasta que no me enseñes tu boleto y pasaporte—dijo seriamente el uniformado. —el ojiazul no tenía tiempo para eso, Robert se encontraba a muy pocas personas de salir a abordar el avión, así que sin pensarlo empujó al policía que tenía frente a él. No avanzó ni un metro cuando sintió como más policías lo agarraban, tratando de detenerlo en su lucha por correr hacía donde estaba el castaño.

—¡ROBERT! —gritó y el chico volteó a verlo. Sus miradas se encontraron y pudo ver como los ojos del chico se enrojecían, como si estuviera a punto de echarse a llorar.

Pudo ver como los chicos y la chica que acompañaban al castaño le preguntaban algo y lo miraban con toda la duda del mundo plantada en sus rostros, pero poco le importaba.

Solo cuando sintió como lo jalaban los guardias de seguridad del aeropuerto, fue cuando apartó su mirada de él para tratar de quitarse a los uniformados de encima.

—¡Por favor, tengo que hablar con él! —a solo cinco personas.

—Creo que esta drogado—dijo un guardia.

—¡NO!¡SOLO QUIERO HABLAR CON AQUÉL CHICO! —pedía desesperado—¡ROBERT! —volvió a gritar mientras observaba que el nombrado no se movía de su lugar, no hacía absolutamente nada. Cuatro personas.

Siguió forcejeando para zafarse del agarre de los policías, pero era en vano, eran dos contra uno, se sentía morir. Tres personas. Robert se había dado la vuelta, ignorándolo, dejándolo atrás en su vida.

Dos personas.

—¡ROBERT! —gritó de nuevo, pero sabía muy bien que no habría respuesta a su llamado.

Una persona. Todo estaba perdido y él devastado.

El castaño volteó de nuevo justo después de entregarle sus papeles a la señorita que lo atendía, sus ojos estaban un poco más rojos y Jared sabía que era debido a él, que Robert lo amaba, ¿entonces por qué se iba?

El tiempo se paró mientras veía como Robert agarraba los papeles que la aeromoza le tendía de vuelta y salía por las puertas que lo llevarían hasta el avión, se alejaba sin voltear atrás. Las puertas se cerraron.

Entonces por primera vez no odió a Tom, porque podía entender y sentir todo lo que el chico había pasado, porque se podía sentir identificado con él ya que ambos habían dejado ir al amor de sus vidas.   

_*_*_*_

Verlo dormir era como admirar la más bella obra de arte, o al menos de esa forma lo veía el pelinegro. Viéndolo dormir a su lado, respirando tranquilamente mientras sonría en sueños, no podía creer todo el daño que algún día le había hecho, porque parecía un ángel, un divino ángel al que estaba unido de nuevo.

Sonrió para sus adentros mientras veía como Tom hacía pucheritos mientras despertaba, lo había extrañado tanto todos esos años. Aunque muchas veces se había querido mentir así mismo diciéndose que ya lo había olvidado, la verdad siempre había sido lo contrario, nunca había dejado de amarlo, de desear que estuviera con él y lo amara enserio.

Sabía que el trenzado le había estado rogando mucho por una oportunidad de estar juntos de nuevo, pero no había sido hasta la noche anterior en la que decidió que no tendría más miedo, que dejaría que las cosas tomaran el rumbo que tenían que tomar, porque de eso iba la vida, de arriesgarte hasta perderte, y al perderte, encontrarte a ti mismo.

Él solo se podía encontrar en la mirada de Tom, como lo hacía en esos momentos mientras veía como el trenzado abría los ojos y se encontraban con los suyos.

—Hola—dijo Bill con su melodiosa voz.

—Hola, hermoso—contestó el trenzado mientras se acercaba a su cara para besarlo dulcemente. —¿Cómo amaneciste?

—Muy bien— dijo haciendo énfasis en las palabras.

—¿No te duele nada? —preguntó el trenzado con una sonrisa traviesa en el rostro, entonces Bill entendió a lo que se refería y se le subieron los colores al rostro. No era ningún virgen, eso estaba claro, pero que Tom le hablara de esa forma y recordar cómo se habían amado durante la madrugada, hacía que sin poder evitarlo sus mejillas comenzaran a arder.

—Estoy perfecto—aseguró riendo levemente. Tom asintió y jaló a Bill contra su pecho en el cual el pelinegro se acurrucó. Se quedaron en silencio, disfrutando del momento que los absorbía, no podía ser más perfecto.

—Simplemente no puedo creer que estemos aquí, juntos—dijo Tom de pronto.

—Yo tampoco, si alguien me hubiera dicho que volveríamos a estar juntos de nuevo, creo que lo habría pateado  o algo—comentó el pelinegro muy risueño. Tom rozaba con su mano derecha los brazos de Bill, provocándole cosquillas.

—No me vayas a dejar nunca —dijo apenas con voz audible— porque después de esto yo simplemente no sabría cómo seguir, no soy tan fuerte como tú— dijo de pronto el trenzado para sorpresa de Bill. —Prométeme que no lo harás, que ya no te apartarás de mi lado nunca— suplicó.

—Lo prometo— dijo el pelinegro— pero tú tienes que prometerme que no me vas a herir de nuevo, yo tampoco sé si podría soportarlo.

—Lo juro—contestó Tom sin titubear, y Bill sabía que era cierto y Tom también lo sabía, porque nunca antes había estado tan seguro de sus sentimientos respecto al pelinegro. Entonces se besaron de nuevo, pero esta vez más apasionadamente, cerrando una promesa que recordarían hasta el final de sus días. 
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Vale, que esto ha sido todo por hoy. 
Quizá a much@s no les guste la pareja de Jared y Robert, pero debo admitir que a mi me gusta mucho escribir sobre ellos ya que les he tomado cariño en cierta forma, así que por aquí los verán un poquito más seguido, pero no se preocupen, que nuestra pareja principal seguirá apareciendo de muchas formas. 
Y de antemano me quiero disculpar ya que la verdad ahora sí que no sé cuando actualizaré de nuevo, ya que estoy por salir de la prepa y entrar a la universidad y tengo que estudiar para mi examen, además de ver todo lo de mi graduación, pero si me es posible actualizaré lo más rápido que pueda. 
Gracias a todas las chicas que comentan, a veces es necesario ya que así sé si el fic lo llevo por un buen rumbo o no, así que animense y no sean lectoras fantasmas. :)
Un beso y nos leemos luego. 

lunes, 1 de abril de 2013

All that i want is you...

¡Hola! Bien, como verán esta vez no me tardé tanto. Espero y les guste el capitulo ya que me costo un montón hacerlo, casi se me seca el cerebro, pero creo que quedó bien. xD 
El capitulo trae un "soundtrack" y si se acaba antes de que hayan terminado de leer, háganme el favor de volverla a repetir para que disfruten más la lectura. Sin más ENJOY! 

CAPITULO 37: Rompecabezas. 


Bill dio media vuelta y pasó sus manos por detrás del cuello del trenzado, quedando de esta forma de frente y cerca de un maravillado Tom, peligrosamente cerca como hace años atrás cuando eran novios y se besaban apasionadamente.

Sus corazones latían rápidamente, ambos se encontraban ansiosos por probar los labios del contrario, por conectar.

—Hay tantas cosas que desearía decirte, pero no sé cómo.

—No digas nada— le dijo silenciándolo con su dedo índice sobre sus labios, mirándolo directamente a los ojos —Solo… solo bésame Tomi —susurró Bill y Tom se perdió en él.  

Se besaron, se besaron sin más, olvidándose del mundo entero y de dolores pasados, olvidándose hasta de ellos mismos, tal y como se debía de sentir el amor.

Después de unos minutos de castos besos que habían ido subiendo de tono hasta dejarlos sin aire, Bill jaló aún más al trenzado sobre sí, deshaciéndose de la cobija que Tom le había puesto algunos momentos antes, y haciendo que este quedara encima de él, con las piernas por sus costados y las manos a cada lado de su cabeza, para no recargar todo su peso en él.

—Bill, espera…—le pidió separándose un poco de él, cuando sintió como el chico comenzaba a desabrocharle la chamarra y a tratar de meter su delgada mano por debajo de su amplia camiseta para tocar su pecho.

Lo deseaba más que a nada en el mundo, eso era claro, pero Tom no quería presionarlo, no quería que el pelinegro pensara que otra vez solo lo utilizaba para sus propias necesidades, porque no había ni una pizca de cierto en eso. Tom lo amaba enserio, y si eso significaba esperar un poco más por él, sin duda alguna lo haría. 

—¿No te fueron suficientes cuatro años, Tomi? —le preguntó con una sonrisita en el rostro, con una de esas que lo deshacía por completo —creo que ya hemos esperado demasiado. —entonces lo besó de nuevo con más ahínco y el trenzado ya no pudo replicar.

Tenía razón, ya ambos habían esperado y sufrido demasiado tiempo.
El trenzado dirigió sus manos a las caderas del pelinegro y comenzó a acariciarlo suavemente,  levantando de a poco la delgada playera de este. Bill siguió con su tarea de acariciar el pecho de Tom con sus delgados dedos, dejándose llevar por las sensaciones que su cuerpo sentía.

—Perdón por todo, Billy —sabía que no era el momento, pero él lo creía necesario, no podía creer cuánto daño le había causado a la persona que más amaba en el mundo, a la que más necesitaba.

—Shhh… no recordemos cosas tristes, solo vive el momento.

Ambos sonrieron, eso harían de ese instante en adelante, vivir el momento.

Tom le sacó la playera a Bill con delicados movimientos, dejando pequeños besos sobre su pecho mientras lo hacía, Bill lo miraba ensimismado.

—Te amo —le dijo contra los labios y el pelinegro se sintió desfallecer de la alegría.

—Te amo más, Tomi— le contestó su amado, besándole los labios dulce y lentamente.

Tom descendió de sus labios hasta su cuello, succionando su piel e impregnándose de ese aroma tan suyo.

Bill se levantó un poco, tratando de sacarle la chamarra al trenzado, y este lo ayudo en su ardua labor sacándose después la camiseta. Ambos siguieron acariciando y besando el cuerpo del contrario, explorando cada rincón de su piel desnuda.

Tom comenzó a estimular el miembro del pelinegro, tocándolo con movimientos lentos sobre el delgado pantalón de su pijama y Bill se comenzó a retorcer de placer. En lo único que pensaba en esos momentos era en Bill, en complacerlo de todas las formas posibles, olvidándose de él por completo. Si el pelinegro era feliz, él también lo sería.

—Ugh… Tom…—chilló el pelinegro excitado, encorvando la espalda sobre la cama.

Bill posó sus manos sobre el botón del pantalón del trenzado y lo desabotono ágilmente, bajando el cierre. Tom con un rápido movimiento se saco sus pantalones, entonces se dirigió de nuevo al pelinegro para hacer lo mismo con los suyos.

—¿Estás seguro de que quieres seguir con esto? —le cuestionó antes de hacerlo, si el chico se había arrepentido y ya no quería seguir más, él lo entendería a la perfección.

—Nunca antes había estado tan seguro de lo que siento por ti como lo estoy ahora, sólo déjame demostrarte que te amo— el pelinegro le repitió exactamente las mismas palabras que él le había dicho minutos antes, ambos soltaron pequeñas risitas cómplices y siguieron con lo suyo. Bill alzó un poco las caderas para que si pantalón pudiera salir, mientras Tom lo deslizaba lentamente por sus largas piernas. 

Subió por su delgado cuerpo de nuevo, rozando sus labios sobre su piel y dándole pequeños besitos sobre esta cada cierta distancia.

—No te imaginas siquiera todo lo que me haces sentir es este preciso momento —susurró contra su oído, lamiéndole el lóbulo de la oreja. Bill lo separo de su cuerpo lo suficiente como para mirarle a los ojos, entonces con una tierna sonrisa, habló.

—Si lo que sientes es al menos la mitad de lo que yo estoy sintiendo ahora mismo, entonces creo que todo por lo que hemos pasado ha valido la pena. —sus ojos se humedecieron con lágrimas, pero esta vez, después de mucho tiempo, no eran de arrepentimiento, dolor, o amargura, sino de felicidad, una felicidad que solo él le podía brindar y ambos lo sabían.

—No llores, hermoso —le dijo besando los parpados de sus ojos, los cuales Bill había cerrado al ver que Tom se aproximaba hacía ellos y habían desprendido unas cuantas lágrimas reprimidas, que ahora Tom secaba cuidadosamente de las sonrojadas mejillas de su amado. —Prometo remediar todo el mal que te hice pasar, prometo ser la mejor persona del jodido mundo para ti, ¿vale? —el pelinegro sonrió emocionado, algo en su interior le decía que el trenzado hablaba muy enserio, y era verdad, era irrevocablemente cierta cada palabra, cada gesto, cada todo.

Buscaron sus bocas para besarse de nuevo, restregando sus cuerpos con el del contrario, haciendo que sus miembros se rozasen aún por debajo de la tela de sus bóxers.

—Oh por dios… —gimió el pelinegro cuando Tom había bajado su mano hasta su miembro y lo había apretado. —Ya no aguanto más…—Tom lamió el piercing de su labio y su espectador no le pudo parecer más sexi. Acercó su mano hacia donde comenzaba el bóxer del trenzado y comenzó a sacárselo, dejando que mi pene erecto hiciera acto de presencia. Se relamió los labios, esperaba que Tom lo deseara tanto como él lo hacía, quería ser suyo en alma y cuerpo.

Con sus manos comenzó a dar masaje al miembro del trenzado, haciendo que este tensara el cuerpo debido al placer que recorría toda su anatomía.

—Aggggh, Bill… —gimió y el pelinegro le dedicó una risita traviesa, como de quién no rompía un plato. No conteniéndose más tiempo, decidió quitarle su diminuto bóxer a Bill, quería verlo por completo para él. Sacó el calzoncillo del pelinegro con su ayuda, y noto como la erección de este se levantaba orgullosa después de haber estado atrapada tanto tiempo entre sus bóxers.

Desnudo, ante la tenue luz de la pequeña lámpara del buró de Bill, parecía un ángel, un mismísimo ángel enviado directamente del cielo.

—¿Qué… qué pasa? —le preguntó con cierta preocupación el pelinegro, temiendo decepcionarlo. Bill estaba cohibido, le apenaba en cierta forma estar totalmente desnudo frente a sus ojos, frente a esa mirada profunda que le ponía los vellos de punta. Si tan solo Bill se viera a sí mismo de la misma forma en la que lo veía Tom, no hubiera tenido por qué temer nunca más respecto a lo hermoso que era, sobre todo lo que podía provocar y encender en él con tan solo una mirada.

—Eres precioso —le dijo maravillado.  

Dirigió su cabeza hasta llegar a su entrepierna mientras se pasaba la lengua por los labios. El pelinegro solo lo observaba, no podía creer lo que Tom estaba a punto de hacer. 

—Tom no es necesario… —entonces el trenzando introdujo el miembro de Bill en su boca, haciendo que este se retorciera del placer. Daba pequeñas lamidas y lo introducía de nuevo en su cavidad bucal, como si de un dulce se tratase. Bill se sentía en la jodida gloria.

—Oh… oh… Tom… — el aludido nunca había hecho aquello a nadie, pero esta ocasión era especial, le estaba haciendo el amor a su razón de ser.

Siguió con su labor unos minutos más, luego subió hasta los labios del pelinegro y los mordió suavemente, haciendo que este abriera la boca levemente mientras jadeaba cosas incomprensibles. Tomó el pene erecto del trenzado y comenzó a acariciarlo con sus manos, provocándole placer.

—Tomi, hazme tuyo— jadeó Bill contra sus labios, sentía que si Tom lo seguía tocando de esa manera explotaría. El chico solo asintió. Bajó su mano derecha hasta la entrada de Bill e introdujo un dedo, luego el siguiente, y el siguiente, hasta que el pelinegro estuvo lo suficientemente dilatado. No quería que fuera una experiencia dolorosa para el chico, ya que esta vez era la primera vez que ambos hacían el amor.

Sí, por qué él estaba seguro de que Bill no amaba al intento de rockero fallido de Jared, y aunque ya había estado con él en la intimidad, podía jurar que no habían conectado como ellos lo estaban haciendo en ese mismo instante, complementándose. Eran como un juego de rompecabezas, puedes intentar meter una pieza en el sitio vacio cuantas veces quieras, pero mientras no sea lo correcta, simplemente no se completara. Él era la pieza que Bill necesitaba en su vida y viceversa.

Él también había estado con Andrej años atrás, pero había sido solo sexo, algo insignificante para él sentimentalmente.

—¿Estás listo? —le preguntó antes de hacer cualquier movimiento.

—Sí —obtuvo como respuesta.

Tomó su miembro entre sus manos y lo puso en la entrada de Bill, introduciéndolo poco a poco para no lastimarlo en lo más mínimo. El pelinegro puso sus manos sobre sus hombros una vez que el trenzado comenzó con un pequeño vaivén, enterrándole las uñas en su espalda con cada movimiento que el otro realizaba, haciéndolo ver las estrellas.

—Oh…—gimió Tom. —Eres tan estrecho…

Bill buscó desesperadamente su boca, besándole apasionadamente una vez que estas se encontraron. Jugaban con sus leguas, coordinándolas al ritmo de las estocadas que el trenzado le daba.

—Te amo —le repetía Tom entre beso y beso.

Entrelazaron sus dedos mientras Tom empujaba más rápido sobre él, ambos se sentían que iban a morir a causa del placer que sus cuerpos estaban viviendo. Con una última estocada vez llegaron al éxtasis, saboreando el sabor del otro por medio de sus bocas. Tom se había venido dentro de él y él sobre su vientre.

—Oh… por Dios… te amo, Tom— el chico seguía aún sobre él sin salir de su cuerpo, ambos respiraban agitadamente. Tom se hubiera quedado toda la vida como estaban, solo que era consciente de que estaba aplastando al pelinegro con su peso.

Se quitó de encima de él y se quedó recostado a su lado. Ambos se encontraban sudorosos, hasta del frió que hacía se habían olvidado. Se miraron directamente a los ojos y se sonrieron. No había nada más que decir, se pertenecían.

—Wow, no fue ni la mitad de lo que esperaba —Bill hizo un mohín preocupado y Tom soltó una leve risita traviesa —fue mucho mejor —le aclaro.

El trenzado no sabía ni qué pensar, después de lo que había sucedido, era obvio que iban a estar juntos, ¿no?, la pura verdad era que con Bill no se sabía nada, pero al menos tenía esperanzas de volver con él después de esa mágica noche.

El pelinegro, tomándolo desprevenido se acurrucó contra su pecho y Tom inmediatamente lo rodeó con sus fuertes brazos, como si temiera que se le escapara de su vida de nuevo.

—¿En qué piensas? —cuestionó Bill al notar que Tom se encontraba muy pensativo, ¿y si ahora que ya había obtenido lo que quería hace tiempo —su cuerpo—, se había dado cuenta de que solo era un capricho y lo abandonaba mientras se burlaba de lo estúpido que era?, de ser así, moriría.

—En nosotros —le contestó algo serio— ¿Qué pasara ahora?

—¿Qué es lo que tú quieres que pase?

—Yo quiero estar contigo de ahora en adelante, estar contigo en los momentos importantes de tu vida, apoyarte en los malos momentos —a Bill se le llenaron los ojos de lágrimas, era como estar viviendo un sueño— y ¿por qué no? quiero formar una familia contigo.

—Yo… yo no sé qué decir—dijo el pelinegro emocionado, tratando de contener el llanto que quería salir.

No podía creer lo que estaba oyendo, años atrás nunca se hubiera imaginado estar así con Tom, abrazados en la misma cama mientras él le decía que lo amaba enserio y queriendo formar una vida con él. Si alguien le hubiera dicho que estarían así algún día, probablemente se hubiera reído y después habría encerrado a llorar en su habitación por amarlo y no ser correspondido de la misma forma.

—Solo di que sí, yo me encargaré de sanar todas las heridas que te hice y hacerte el hombre más feliz del universo entero— se acercó a sus labios, Bill lo miraba perdiéndose en su mirada —déjame demostrarte que te amo y que me arrepiento por haber sido un completo gilipollas rematado en el pasado.

—Yo no sé…—Bill tenía miedo, lo cual resultaba completamente lógico después de todo lo que había pasado, pero ¿y si no se arriesgaba? ¿Qué tal si Tom estaba siendo completamente sincero y en verdad sentía todo lo que decía? Moría de miedo, pero quién no arriesga en esta vida no gana, ¿cierto?, y él no tenía ganas de pensar en el futuro el famoso “¿qué hubiera pasado?”, quería averiguarlo por él mismo. Eso haría.

—Por favor—le rogó el trenzado, pensando que Bill no aceptaría que él estuviera a su lado, pero estaba errado — ¿me dejaras estar en tu vida?

—Es tu última oportunidad, tonto Tomi —le respondió con una sonrisita y le besó.

Se sentían como estar enamorándose por primera vez, así de maravillosos e infinitos se sentían el uno con la cercanía del otro, y esta vez, lucharían contra todo y todos por permanecer juntos para siempre. 



Bien, esto es todo por hoy. ¿Les gustó? como se darán cuenta no tengo NADA de experiencia con el lemon, así que perdón si no les agradó, pero fue lo que quedó. :| Gracias por todos su comentarios del capitulo anterior, me hacen saber que no se han olvidado de mi historia. 
¿Alguna sugerencia? ¿dudas? ¿comentarios? todo es bienvenido. Sin más, nos leemos pronto.