lunes, 5 de noviembre de 2012

Mundos Alternos

CAPITULO 7



El beso se había vuelto por demás largo y apasionado, ninguno de los chicos quería separarse de los labios del contrario, pero tuvieron que hacerlo cuando la falta de oxigeno en sus pulmones fue por demás notable. 

Se miraron a los ojos, Bill no podía creer lo que acababa de suceder ¿acaso tanta droga y alcohol le habían matado las neuronas a Andrew que ya ni siquiera podía controlar su actos? Tal vez estaba borracho, aunque no lo parecía. 

El pelinegro observo detenidamente al hijo del rockstar, esperando encontrar cualquier señal, por diminuta que fuera, de alcohol o drogas; solo así podría justificar sus actos. 

—¿Estás borracho cierto? —preguntó Bill, ladeando un poco su cabeza para observarle mejor. 

Andrew sonrió, solamente a alguien como Bill se le ocurriría preguntarle eso después de semejante beso que se habían dado, eso lo hacía único. 

—¡Wow! Cada día me sorprendes más. 

—Sé que soy genial, pero contesta, ¿estás borracho cierto? porque si no fuera así eso quiere decir que yo te… 

No pudo terminar lo que iba a decir, simplemente no podía creer que fuera real lo que su mente pensaba, y es que ¿gustarle a Andrew Tyler, el pijo homofóbico que se sentía la gran cosa? No podía ser real, más que en alguno de sus locos sueños, sólo que no recordaba el haberse ido a dormir. 

—¿Qué tu me…? —Andy hizo presión, ver la cara de confusión de Bill le ponía, así que decidió hacerlo sufrir un poco. 

—No me hagas caso, estoy loco y tú estás confundido, eso es todo. —el pelinegro trato de zafarse del abrazo que Andy sostenía en él, rodeando su cintura con sus fuertes brazos.

—Anda, dilo. —presionó el ojiazul, apretando aún más el agarre de sus brazos si es que era posible. 

Bill estaba tan nervioso, sus piernas las sentía flojas, las mejillas sonrojadas y en su estomago podía sentir algo parecido a las cosquillas, creía que desfallecería ahí mismo, pero no demostraría que estaba más que loco por el acercamiento que ambos estaban teniendo.  Se tenía que controlar, tal vez era solo una broma de mal gusto que le estaba haciendo el ojiazul, no quería quedar como un estúpido ilusionado. 

—No estoy borracho, así que dime qué es lo que crees que te acabo de insinuar. —le dijo Andrew al ver que el pelinegro no decía nada. 

—Que yo te gusto. —contesto Bill, y pesé a que no se quería ver sumiso ante él, tuvo que bajar la mirada al decirlo. Moriría en cuanto Andrew lo hiciera caer de su nube al decirle que todo era una broma y que él por idiota había caído. 

—Entonces entendiste bien. —el pelinegro alzó la mirada encontrándose con un par de ojos azules. 

—¿Qué? ¿Cómo? No es posible…  ¡Deja de jugar ya que esto no es divertido, Andrew! —Bill empuño sus manos y le empezó a dar leves golpes en el pecho, Andy estaba sonriente, y eso le hacía pensar al pelinegro que el ojiazul no estaba hablando enserio. 

—No estoy jugando, me gustas mucho Bill, no sé cómo pasó, cuando te conocí te me hacías la persona más detestable sobre la faz de la tierra, tu actitud me sacaba —hizo una pausa, pensando lo que diría—, bueno, no me sacaba, me sigue sacando de mis casillas, eres la persona más jodidamente insoportable que he conocido en toda mi puta vida.

—No sé si sentirme alagado u ofendido. —interrumpió.

—Espera, aún no acabo —Bill hizo un pucherito que a Andy se le antojo por demás tierno, pero guardo silencio dándole paso a que siguiera hablando. —. Eres… no sé ni cómo diablos eres, tienes algo que no puedo explicar, pero solo sé que no eres nada fácil de tratar y eso me gusta. Me haces pensar en ti todo el tiempo, pensando en que cosas decir o hacer para parecerte interesante; no quiero que pienses que soy sólo un pijo drogadicto que no sabe ni lo que quiere, porque sí sé lo que quiero, te quiero a ti y me importa mucho, tal vez más de lo que pienses de mí. 

Los segundos pasaron, Bill trataba de asimilar cada palabra que había escuchado anteriormente. Todo era tan extraño, tan irreal. Andrew sólo lo observaba, esperando cualquier reacción por parte del pelinegro; tal vez aceptación; rechazo, lo que fuera, pero no hacía nada y comenzaba a preocuparse, Bill no era de los que no hacía nada. 

—¿No me dirás nada? Ahora mismo me siento un completo idiota por decirte todo esto. —Andy bajo la mirada. 

—Yo no… simplemente no se puede… yo... tu a mí no… no me gustas —mintió. Haciendo uso de su fuerza se zafo del abrazo que Andrew mantenía en su cintura. —. Además, tengo alguien mejor a quién amar… me amo a mí mismo. —Andrew comenzó a reír, pero Bill no le veía lo divertido por ningún lado. 

Su antiguo novio llamado Johannes lo había dejado, o mejor dicho, cambiado por otro chico. El corazón del pelinegro seguía roto, no quería que también le hicieran añicos lo poco bueno que le quedaba dentro, solo con eso podía subsistir. 

¿Y qué si todo era una broma? Tal vez hizo una apuesta con sus amigos, el había visto muchas películas en las que el chico que se siente la gran cosa, engaña a la chica solo para jugar con ella y reírse en su cara por lo tonta que fue al haber caído en su red de mentiras. Lo detestaba, pero ahí era como si él fuera la chica. 

—¿Podrías dejar de ser tan egoísta y amar algo que no seas sólo tú mismo?

—Si ríes, el mundo ríe contigo, pero si lloras lo haces solo… ¿ahora entiendes? 

Andrew asintió, podía comprender el miedo que Bill sentía, él alguna vez lo había sentido también, pero si algo era cierto era que él quería al pelinegro enserio y no lo quería ver sufrir, mucho menos por su culpa.

El ojiazul avanzó hacia adelante, tratando de romper la distancia que Bill había formado entre ellos, pero mientras más avanzaba, Bill retrocedía más hasta que topo con la pared de la piscina y ahí fue acorralado por las manos de Andy a sus costados. 

—Yo nunca te dejaría llorar, haría lo que fuese porque nada malo te pase, el único motivo por el que te haría llorar sería de felicidad. —dijo, secando con su pulgar una pequeña lagrima que se deslizaba por la mejilla del pelinegro.  Esa situación lo había puesto tan sensible, Bill nunca era así, no lloraba por cualquier cosa; pero eso no era cualquier cosa. 

—No lo puedo creer, no puedo creer que esto esté pasando en realidad y no solo en mis sueños. —dijo Bill que ahora sonreía contento, convenciéndose, o mejor dicho, tratando de confiar en que todo lo que le estaba diciendo el hijo de su jefe era verdad. 

—Así que sueñas conmigo —Andrew bromeo, haciendo que un hermoso color carmín se posara en las mejillas del chico que tenía enfrente—… No te preocupes, no te culpo por hacerlo, sé que soy demasiado deseable. —Bill rió de las incoherencias que el ojiazul decía, aunque debía aceptar que tenía razón. 

Confiaría, tenía que hacerlo. 

—Eres un pijo detestable, pero aún así debo admitir que me gustas mucho tú también. —habló por fin el pelinegro, después de varios segundos en los que se había quedado pensando en todo lo que Andrew le había dicho. Sonaba tan increíble. 

Andrew sonrió emocionado y abrazo fuertemente a Bill, sentía que la felicidad se le saldría por la boca, era una extraña sensación, tenía tanto tiempo que no se sentía así de feliz. Dejándose llevar. Esta vez fue Bill quién corto la poca distancia que separaba sus labios y lo besó, era un beso lento en el que cada uno disfrutaba del contacto del contrario, convirtiéndolo en un beso dulce y tierno. 

Ese tal vez era el más tierno beso que Andrew había dado en toda su vida, no había duda, con Bill todo sería diferente. 

El pelinegro se separo del ojiazul y habló. 

—¿Y ahora que pasara con nosotros? Yo… yo no estoy dispuesto a ser solo tu ligue de solo unos cuantos días, y por lo que me contaste la otra vez en el parque, tú no te tomas este tipo de cosas enserio, lo sé. —Bill bajo la mirada. 

—Yo sé que dije eso, pero —no sabía que decir, era consciente de que había dicho eso, pero a Bill no lo veía solo como para un rato, lo veía más allá de todo eso. Tomó el rostro del pelinegro entre sus manos e hizo que lo mirase—… No lo puedo explicar, sólo sé que contigo es muy diferente, nunca había sentido esto por nadie antes. 

Bill lo miraba expectante a todo lo que le decía. 

—¿Entonces…?

—Tú eres el único al que quiero, te quiero ahora y el ahora es todo lo que importa, sólo eso.  —dijo juntando sus frentes. 

Bill sonrió, se sentía un completo estúpido por sentir todo lo que estaba sintiendo en ese momento al escuchar lo que el ojiazul le había dicho y por la posición tan comprometedora en la que se encontraban, ¿pero qué más daba? Así era el amor. 

—Tú eres la razón por la que quiero ser una mejor persona —el pelinegro se sonrojo—. Por eso te quiero pedir algo… quiero que seas solo mío, que tus besos sean míos, tus labios, tus caricias, tus miradas, tus palabras, todo, lo quiero todo de ti… ¿aceptarías salir con este pijo egocéntrico que se muere de amor por ti?  —Andy le sonrió ansioso por escuchar su respuesta. Bill, al escuchar lo último que tenía Andrew por decirle, paso los brazos por detrás del cuello de el ojiazul y lo beso con ahínco. Era un sí, ambos lo sabían. 

Esa noche era ideal para rendirse ante el pijo que tan mal le había caído en un principio, caer a sus pies rendido. Ambos chicos habían luchado por no rendirse ante sus sentimientos, pero ahora los aceptaban con gusto, felices y juntos.

De repente las pequeñas fuentes que regaban el césped del jardín comenzaron a regar agua por todas partes y las luces amarillas de los pequeños faroles que se encontraban en el jardín iluminaron todo el lugar, sorprendiendo a los chicos que se encontraban dentro de la piscina y haciéndolos sonreír todavía más. La noche no podía ser más perfecta con ambos disfrutando de su amor bajo ese cielo estrellado, dándole al ambiente un toque muy característico de romanticismo. 

La escena era demasiado tierna, romántica y conmovedora, ver como dos chicos de caracteres muy parecidos, igual de locos y explosivos eran presas de las garras del amor. Era simplemente adorable, o al menos eso pensaba Steven observándolo todo desde el gran ventanal de su despacho con una gran sonrisa de satisfacción y una copa de whiskey en su mano derecha. Prender las luces del jardín junto con las fuentes de regar el césped solo podía ser idea suya. Su plan había resultado exitoso.