sábado, 22 de septiembre de 2012

Mundos Alternos


CAPITULO 2

Bill no podía estar más feliz ¡tenían el contrato! ya no serian otra banda de cochera más, no, ahora era el momento de mostrarle al mundo lo geniales que eran. 
Su madre se pondría muy feliz, el sueño de su hijo se estaba volviendo realidad, y de la mejor forma posible, al lado de un grande como Steven Tyler. Su padre decía que no llegaría a ningún lado con la música, que solo sería un vago drogadicto más, él quería que su único hijo estudiara  algo de verdad, como para abogado o ingeniero, pero Bill simplemente no podía hacer eso, ni siquiera se veía vistiendo un traje y una corbata todos los días como un muñeco de pastel, encerrado entre cuatro paredes; daba gracias a Dios, o a al ser divino que fuese el encargado de hacer el bien sobre la tierra, haber conseguido el dichoso contrato. El pelinegro sin duda no podía esperar para restregarle en la cara a su progenitor que ninguna de sus especulaciones se volverían realidad; él sería una estrella.

Después de salir de la disquera, los cuatro chicos se habían puesto de acuerdo para celebrar su pequeño/gran triunfo en un gran club de la ciudad llamado “Reckless”. A ese club solo asistían chicos adinerados, claro está que chicos rockeros con dinero, ya que los costos de la entrada y bebidas eran muy elevados, suerte que tenían algunos ahorros; sin duda tenían que gastarlos ahí, la ocasión lo ameritaba, ya abría tiempo de arrepentirse luego. 

— ¿Ya estás listo Bill? —gritó Gustav desde el sofá del departamento donde vivía Bill, había ido a recogerlo en su auto para irse juntos al club, pero el pelinegro se estaba tardando demasiado — ¡Joder! Que tardas más que mi hermana en arreglarte —se quejó aburrido, ya llevaba más de una hora esperando a que Bill terminará de vestirse, era tan metrosexual que lo sacaba de sus casillas ¿qué no podía solo ponerse unos vaqueros, una camisa y listo? Al parecer no. 

— ¡Ya voy! ¡No molestes! —le contestó Bill de un grito desde su habitación, el rubio solo rodó los ojos. 

Pasaron diez eternos minutos más, Gustav estaba a punto de dejarle ahí y que Bill se las arreglara como pudiera, que se fuera en bus o algo por el estilo, cuando esté salió por la puerta de su habitación; se veía radiante. Bill le sonrió al ver su cara de fastidio, Gustav era tan buen amigo. 
—Te juró que no vuelvo a venir por ti —habló fingiendo molestia, Bill sabía que no era así, tarde o temprano terminaba yendo por él a su casa cuando quedaban de verse en algún lado. 
—Sabes que siempre lo harás —le dio un golpe “amistoso” en el hombro mientras reía al ver como Gustav trataba de mantenerse serio, no funciono y le devolvió la sonrisa al pelinegro, como siempre. Simplemente no se podía enojar con él, Bill era como su hermanito menor, molesto y caprichoso, pero así lo quería y siempre sería su amigo y estaría ahí para ayudarle. — ¿Qué tal me veo? —le preguntó el pelinegro mientras posaba alegremente, presumiendo su look, él sabía que se veía que se veía genial, pero quería oírlo de alguien más para confirmarlo. 

Gustav lo miró atentamente, recorriendo y evaluando su imagen como si fuese la cosa más difícil del mundo. Bill lo miró expectante, esperando una respuesta.

—Horrible Kaulitz, como siempre… —dijo Gustav divertido mientras se dirigía a la puerta para salir hacia su auto, y rió al voltear desde la puerta a ver a Bill, el cual se había cruzado de brazos y tenía un lindo puchero de indignación en la cara; a veces podía ser tan infantil ese maldito egocéntrico. — ¿Vienes o qué? —Bill comenzó a caminar hacia a él.

—La envidia corre por tus venas, sabes que soy más guapo que tú —contraatacó Bill divertido mientras pasaba a un lado de él con aires de diva. Negó con la cabeza mientras reía y cerró la puerta del departamento de Bill. Nunca cambiaría, y en realidad no esperaba que lo hiciera, desde el primer día que lo conoció había sido así, se había mostrado tal cuál hijo de puta era y eso a Gustav le gustaba, la sinceridad, aparte era muy divertido ser su amigo, mucho más cuando empezaba a alardear con el ego por los cielos sobre cuán maravilloso era; simplemente era una pasada y moría de la risa cada que lo hacía. 

Se encaminaron hacia el auto de Gustav y partieron al bendito club, era hora de celebrar. 

El ambiente estaba en su clímax, “The beautiful people” de el maravilloso Marilyn Manson sonaba estridentemente y volvía a la gente loca. Todos bebían como si no hubiese un mañana, se drogaban como si no quisiesen despertar más; entre ellos Andrew, que se había quedado de ver con sus amigos en ese club como cada fin de semana, a tirar dinero consumiendo alcohol y una que otra droga de vez en cuando, solo para entrar en ambiente, aunque últimamente lo estaba haciendo muy seguido y lo peor era que no tenía miedo de las consecuencias que eso implicaba. Era su vida y era joven, solo quería disfrutar y olvidarse del mundo, olvidarse de él. 

Sí, de ese pelinegro molesto, todo el día se la había pasado pensando en él desde que se había marchado de la empresa. Eso le podía, no quería seguir teniéndolo en su cabeza. Lo odiaba a sobremanera por no salir de su mente. Una razón más para detestarlo y tener el mínimo contacto con él. 
Su forma de cantar le había parecido preciosa, él le había parecido precioso ¡¿Qué clase de mierda era esa?! Ni siquiera la rubia tetona que se encontraba a su lado, besando guarramente su cuello, podía sacar a Bill de sus pensamientos, eso lo frustró. 

— ¡Pásame la botella! —demandó a su amigo Christian, o como ellos le llamaban amistosamente CC. Se encontraba un poco ebrio, mareado y fuera de sí, pero podía soportar más de ese bendito whiskey, su cuerpo se lo pedía, al igual que su aturdida mente. 

—Ya basta Andrew, has tomado demasiado —le dijo seriamente CC, que era el que había tomado menos ya que era “el conductor designado”. Andrew lo miró enojado. 

— ¿Qué? ¡¿acaso eres mi puto padre?! —el ambiente se tensó, la rubia dejo de besarlo y se alejó un poco de él. CC negó con la cabeza, su amigo a veces podía llegar a ser tan estúpido… pero no era un crió, así que si quería emborracharse hasta vomitar, lo dejaría. Andy era terco y nunca dejaría que le dijeran lo que tenía que hacer o no. 

Le paso la botella que estaba en el centro de la mesa y el hijo del rockstar empezó a beberla, no se había molestado ni siquiera en servir el contenido en un vaso. 

Miró como sus amigos se encontraban tan borrachos como él, unos casi al punto de follar con las tías que tenían a sus lados, era increíble lo que el alcohol y las drogas los hacían hacer, pero era su forma de divertirse, algo estúpida y nada sana, pero al fin de cuentas diversión. 

Debido a que su mesa se encontraba en la zona VIP del lugar, se podía ver todo desde arriba. Miró hacia a la pista de baile y vio como todos bailaban/saltaban al ritmo de la potente batería acompañada de la guitarra eléctrica, se veían tan animados que le entraron ganas de ir con ellos, pero no lo haría, estaba muy borracho como para ir hasta allá sin caer. 

Giró la vista hacia la barra del lugar y miro las mesas que se encontraban junto a ella, vio a unos tíos algo familiares tomando y platicando animadamente, cerró un poco los ojos, como tratando de enfocar la imagen y ver mejor, pero seguía casi igual de borroso que antes. Siguió mirando y vio como una bonita cabellera negra se agitaba al compás de la música, de pronto dejo de moverse y pudo ver mejor su rostro. 
Oh no… el causante de su asquerosa borrachera estaba ahí, bailando alegremente. ¿Qué hacía él ahí? ¿Qué no se suponía que ese club era elite? 

Miró a las personas que estaban alrededor de Bill y trató de reconocerlas, eran Gustav, Georg y su queridísimo amigo Tom… Já. 

Ahora no podía despegar su vista de lo que veía. Tom y Bill se encontraban platicando animadamente, pero estaban molestosamente juntos, los labios de Bill diciéndole algo al oído a Tom y este reía de lo más divertido. Georg y Gustav ni siquiera parecían notarlo. 

“¡Malditos maricas!” —pensó y hizo un gesto de asco, o eso quería creer. 

La verdad era que no soportaba ver a Bill tan cerca de Tom, odiaba haberlo conocido. 

Decidió que les haría la vida imposible, así que tomó la mano de la chica rubia. 

¬—Ven —le dijo y se paro como pudo, con tal de ir y molestarlos no le importaba si se rompía la nariz al caer. 

La chica lo siguió contenta, pensando que Andrew la llevaría al hotel más cercano y tendrían una noche inolvidable, pero Andy tenía otros planes. 

Se dirigieron hacia donde estaban los cuatro amigos sentados, el tomo a la chica de la cintura y le sonrió tontamente. 

—Sígueme el juego —le susurró a la rubia en su oído, ella asintió contenta, también estaba algo ebria, aunque mucho menos que Andy. 

Bill los vio en la distancia, y se sintió algo… ¿molesto acaso? no sabía cómo explicarlo, seguro era porque le caía mal y había tratado de sacar a Tom de la banda, no, no era por el hecho de que viniera aferrado a esa estúpida rubia. No, no lo era… ¿o sí? 

Andrew llegó a donde estaban y se paro justo frente a su mesa, todos lo miraron, pero a él solo le importaba que lo viera su más grande enemigo.

Conectó su mirada con la de Bill, o más bien trató de hacerlo ya que la droga aún se encontraba en su sistema.

—Mira, al parecer el club está decayendo —habló lo suficientemente fuerte para que lo oyeran con una tonta sonrisa en el rostro— ahora dejan entrar a cualquier cucaracha de barrio pobre… -—la chica asintió burlonamente. 

Bill rodó los ojos. ¿Acaso su día sería arruinado por él? ¡No! 

No le dijo nada, y los otros tampoco lo hicieron, no se arriesgarían a alegar con el hijo de su ahora jefe; y sabían que dentro de algunos años más, todo sería de Andrew, así que ¿por qué arriesgarse? mejor dejarían que soltará todo el veneno que quisiese. 

El pelinegro había notado como se ponía serio cada que Tom se le acercaba, así que decidió hacer algo al respecto. 

Tomó la mano de su mejor amigo, ósea la de Tom y se levantó con él rumbo hacia la pista de baile. 

Andrew, al ver esta acción, lo miró con ira y Bill solo sonrió. 

Llegaron a la pista y comenzaron a bailar como todos lo hacían ahí, solo que ellos más divertidos, disfrutando de la compañía del otro como los buenos amigos que eran, aunque Tom quería que fuesen algo más. Bill no sabía nada de los sentimientos del otro, no sabía lo que le provocaba cada que lo abrazaba o estaba junto a él. Su corazón latía muy rápido cada que algo así pasaba. 

Bill vio como Andrew lo miraba, ahora ya desde su mesa en la zona VIP. Esto se ponía interesante. La rubia se encontraba besándolo sentada a horcadas de él y restregándose en su cuerpo, pero el hijo del rockstar ni caso le hacía. Conectaron miradas de nuevo, Andrew le miraba fijamente, como no perdiendo detalle de cada cosa que hacía. 

Una vez cansados de tanto saltar y cantar, se dirigieron de nuevo a su mesa. Bill necesitaba algo de aire, así que decidió salir y respirar otra cosa que no fuera solo humo de tabaco y marihuana. 

Sintió como alguien seguía sus pasos, y decidió girarse a ver de quién se trataba. Seguro era Tom y sus instintos protectores; pero para su sorpresa no fue así. 

— ¿Qué haces tú aquí?—cuestionó el chico de ojos azules fríamente, Bill pudo ver que traía solamente un chaleco de cuero y ahora sí estaba muy maquillado, casi como él. 

— ¿Cómo que qué hago aquí? ¿No es obvio que vine a divertirme al igual que tú? —soltó Bill despectivo, ese chico era molesto. 

—Se supone que aquí solo vienen personas de nuestro status, no gente como tú. —Bill le miró incrédulamente ¿Qué mierda le estaba diciendo? 

— ¿Y qué? ¿solo porque nuestros padres no están cagados de dinero no podemos entrar? ¡Esa es una completa mierda! —dijo Bill ya molesto, odiaba que lo hicieran menos niños pijos como él. ¬— ¡Mírate! Tienes todo lo que quieres y mira como lo malgastas, drogándote y casi teniendo sexo con una puta, da asco solo verte. 


Andrew abrió mucho los ojos. 
— ¿Y tu quién te crees niñato para hablarme así? ¿acaso eres un puto santo? tú también tomas alcohol, y estoy seguro que hasta drogas te metes, no me vengas con sermones.  

—Sí, tomó alcohol, pero a diferencia de ti no lo hago hasta el punto de parecer un completo estúpido al no poder ni siquiera mantenerme en pie. 

Se miraron fijamente, Andy se recargo sobre la pared, estaba muy mareado. 

—Al menos no soy un jodido marica… —escupió Andrew, sonriendo perversamente. Estaba seguro que con eso molestaría completamente al pelinegro, lo que tanto ansiaba. O al menos eso creía, Bill merecía pagar por confundirlo tanto. 

El pelinegro, en contra de lo especulado, sonrió ampliamente.  Se acercó lentamente hacía a Andrew y cortó la distancia que los separaba. 

—Sí, y me la meten por culo todos los días —susurró felizmente frente a su cara, muy cerca de sus labios. 

Andy no supo qué hacer, su sonrisa tan rápido como había aparecido, ahora se había ido. Se encontraban demasiado cerca de lo debido, si alguien los veía así seguro que pensarían otra cosa. Se miraron a los ojos, Bill lo miraba retadoramente, como esperando alguna reacción de él, tal vez un puñetazo o algo por el estilo, pero nada. 

Andrew se sentía tentado por los labios de su contrarío, pero no, eso no podía ser.  Aún con todo lo que se había metido podía pensar, aunque su corazón latía rápidamente incitándolo a que solamente lo hiciera. 

—Nos vemos pijo —dijo Bill alejándose de él antes de que Andrew hiciera cualquier acción, dándole una palmadita en la mejilla y comenzó a caminar. 

Se quedó viendo como se marchaba y entraba al club de nuevo, perdiéndose entre toda la muchedumbre. Tal vez era hora de regresar a casa y darle un merecido descanso a su cuerpo. Las palabras de Bill lo habían trastocado. 

Fue a su casa como pudo y se acostó en su cama, esa noche no durmió pensando en Bill y en todas las cosas que le había dicho. A él por lo regular no le importaba lo que le dijeran, le importaba una mierda si creían que era la peor persona del mundo, un ebrio, un drogadicto, pero de cierta forma le importaba lo que pensará Bill de él. Se odio aún más por eso. 

No llevaba más de un día de conocerlo, y ya quería ser una mejor persona solo por él, ¿Acaso eso era posible? 

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